viernes, 22 de febrero de 2008

LARGO VIAJE ( El regreso del ausente).




El paso de las edades despliega los velos de la eternidad en un numinoso instante de revelación en la era del hombre blanco. Dos tablas Rongo Rongo son rescatadas del olvido en sepulcro de piedra volcánica, lugar desde donde el duro cemento en tiempos futuros acogerá a letales pájaros de acero.
La escritura del arcaico dios a regresado inútilmente de un largo viaje, el último lector del mensaje sagrado hace mucho que se ha marchado.

Presa de un éxtasis místico la machi exhala un fuerte aroma semejante al tabaco mientras ata y desata sutiles fuerzas que desprenden en algún lugar de los universos posibles una pequeña hoja de un lejano árbol. esta en su caída golpea suavemente la tierra, generando incontables efectos antecediendo el regreso a Rapa Nui del joven ausente. La vigilia del largo viaje encuentra su cuerpo desnudo sobre una carpeta de piel de vaca.
La figura central del ceremonial poseía una expresión de infinita sabiduría e insondable misterio, idéntica a la observada en rostros de viejos chamánes Mayas presentes en mis sueños junto a los recuerdos de bronceadas facciones de Kahunas polinesios. El brillo proveniente de esa extraña sonrisa era a momentos hipnótico, a ratos parecía que entidades de oscuro orígen sonreían desde esa humeante boca. De improviso, sin dejar de entonar extrañas frases en Mapudugún, las manos de la anciana hicieron un rápido movimiento sobre el bajo vientre del ausente extrayendo una fosforescente salamandra. El cráneo del reptil rodó por el suelo de la ruca luego que un filoso cuchillo lo separara de su resbaloso cuerpo.Tras unos instantes un cálido líquido viscoso comenzó a mezclarse con el sudor del joven mientras las ásperas manos de la mujer le acercaban a los labios un repugnante brebaje.
Mientras el líquido entraba en el estómago fragmentos de conciencia se hacían presentes entre brillos repentinos y frenéticas explosiones de colores, acompañadas primero por un leve susurro y luego con roncos sonidos emergiendo potentes desde las entrañas como si un animal estuviera en violenta lucha por su libertad luego de largos años de cautiverio.

El dolor llegó fuerte como golpe de mazo, sin aviso ni razón, le tendió de bruces sobre un cesped húmedo mientras era rodeado por aquellos que esperaron pacientes su regreso.
El momento del despertar fue incomprensible, no reconocía a esos rostros decrepitos y desgastados por las inclemencias del sol y el agua salada. Solo sentía familiares las pétreas esculturas que miraban hacia el cielo en eterna espera del regreso de sus constructores, aquellos que vendrían en vimanas de fuego desde un lejano punto del firmamento.
La infusión de hongos alusinógenos traídos por un viajero de ultramar había nublado su mente durante muchas cosechas, no presenció la muerte de amigos o el envejecimiento de otros ni la partida a la esclavitud del último poseedor del lenguaje de las tablas parlantes hacia las guaneras del Perú.
En su mente frescos están los recuerdos de ese extraño pueblo perdido en el tiempo que lo acogío en el tiempo de ausencia, gente bravía, hijos del pehuén.

El ocaso de la décima jornada luego del regreso lo sorprende sentado sobre una roca, oteando el horizonte lleno de nostalgia en humilde escucha. Es el maestro del lenguaje oculto de los petroglifos quién comunica a través del murmullo del viento su partida al misterioso reino de Agarta. Las olas del mar rompiendo en los desolados acantilados que miran hacia Anakena repiten el adiós. Pero el dolor sordo que carcome el espíritu del joven aprendiz de escriba no es por la despedida de su mentor sino que por la pérdida del lenguaje de los dioses.