domingo, 16 de marzo de 2008

SOBRE LIBROS, ESCRITORES Y PAPEL.



En los fascinantes límites de lo real y lo imaginario se perfila la fugaz imagen de aquél emperador chino quién en supremo acto de abolición de la historia ordena cremar todos los libros escritos con anterioridad a la fundación de su imperio. Los abominables atalayas de fuego, alimentados por piras de libros provenientes de todos los rincones conocidos, iluminó por mucho tiempo la cíclopea muralla no pudiendo anular el portentoso poder de la palabra escrita, la herramienta que cambiaría para siempre la forma de pensar y sentir de todos los pueblos de la tierra.
Así como decían acertadamente nuestros antepasados; las palabras se las lleva el viento y sólo la palabra escrita perdura; por eso es que debemos agradecer el minucioso y paciente trabajo de los copistas e ilustradores de la Edad Media quienes ocultos en el anonimato de una orden religiosa o en una solitaria labor redentora de la cultura, supieron dejar a la posteridad magnos tesoros del conocimiento.
Pero la divulgación a gran escala del libro esperaba un momento decisivo en la historia para ser definitiva y total.
Con la llegada de los primeros fabricantes de papel a Europa en el siglo XII se establecieron las bases de la primera revolución de la información, la cual se se consolidaría tres siglos después con la invención de la imprenta de tipos móviles, cuya masificación dió inicio a una gran propagación de ideas, como lo atestiguan los millones de libros editados sobre temas tan variados como poesía, ciencia política, exploración o religión, escritos en los cincuenta años siguientes a la invención de Gutemberg.

451 grados Fahrenheit necesita ese exquisito derivado de la fibra vegetal para arder y llevarse consigo las notas musicales de Mozart, los poemas de Neruda, los dibujos de Picasso o el espíritu de Ghandi. La impronta en papel de la historia misma del genio humano aquedado para la posteridad en ese noble material; piedra angular de la civilización.

La página en blanco con su aterradora inocencia incita a la tarea creadora de mundos fantásticos, incita al descubrimiento a aquellos buceadores de los abismos ignotos del alma humana.
Para aquellos de mente inquieta la creación no ha terminado aún, y en el cielo estrellado brillan los focos guías del viajero de sueños. Brillantes cual supernova están Lovecraft, Bradbury, Stevenson,Verne , Poe, Teillier, Correa, Asimov y otros tantos astromarinautas de la literatura, potentes ejemplos y signos para no perder el rumbo a los aprendices de brujos que con placer y sudor ponen estos universos en tus manos.
Contra viento y marea, hogueras, persecuciones y censura, el libro prevalece.